“Los límites de mi lenguaje significan los límites
de mi mundo.”
-Ludwig Wittgenstein
Desde la primera vez que escuché esta
frase, decidí que se merecía por lo menos unos minutos para reflexionarla mas a
fondo. No porque en ella podría estar la solución al mayor problema filosófico
(según creía el mismo Wittgenstein), ni porque me parezca la clave de muchas
verdades del mundo, sino porque me parece una idea digna de ser pensada y
analizada mas a fondo; una idea que tiene mucho que dejar.
Esta frase la podemos encontrar en el
Tractatus Logico-philosophicus en cursivas, la primera y la más importante de las obras de
Ludwig Wittgenstein. Este filósofo austriaco nacido en 1889 dedicó su vida a la
filosofía, en particular a la lógica, y a la filosofía de la mente y el
lenguaje. En 1921 publicó su primera y ultima obra en su vida, (sus otros
trabajos se publicaron después de su muerte) El Tractatus Logico-philosophicus,
donde busca principalmente explicar las fallas del lenguaje y la comunicación,
y las muchas maneras que puede se puede interpretar una idea. Aquí es donde
habla de cómo funciona el lenguaje en conjunto con la mente.
El pensamiento, según Wittgenstein, es la
imagen lógica de los hechos.
Al decir “El árbol esta en la montaña”
nuestra mente crea una imagen de la montaña que contiene a este dicho árbol.
Aquí es donde se pone interesante.
Wittgenstein dice que el lenguaje tiene una estructura lógica. Esta misma
estructura pone los límites de lo que se puede decir (y que haga
sentido por supuesto). Ej. Hay un número limitado de palabras, ya sean verbos,
adjetivos, sustantivos, etc. Así como hay reglas limitando la interacción y el
uso de estas palabras.
Así que: si el pensamiento es una
representación en imágenes pintadas por el lenguaje, y hay limites de lo que
podemos decir, lógicamente tiene que haber limites a lo que podemos pensar.
Limites impuestos por el mismo lenguaje.
Este pensamiento lo encuentro tan lleno
de verdad y al mismo tiempo tan vacío de sentido.
Si lo tomamos de manera práctica un árbol existe, lo llamemos árbol o no. Pero como sabemos, a la filosofía no se le dan las respuestas prácticas.
Así es como yo lo veo. Cuando el hombre
como especie estaba tropezando sus primeros pasos y balbuceando sus primeras
palabras, los árboles existían. Sin embargo esos objetos altos con ramas y
hojas no eran árboles. Lo que quiero decir es que no eran, la acción de ser
un árbol aún no se les atribuía porque el término árbol no existía. De hecho la
primera vez que estos objetos fueron,
fue bajo el nombre de urvara, palabra
del sanscrito para árbol.
Ahora un ejemplo mas tangible. La palabra
angustia; usada para expresar ese sentimiento del domingo por la tarde cuando
te das cuenta que los maestros te dejaron demasiada tarea para el lunes, y para
el martes, y miércoles, inclusive para el mismo domingo (sin decir nombres :) ), es una palabra relativamente nueva. La palabra viene
del alemán angst, un termino creado
por el mismísimo Freud ¿bibliografía?para describir un estado de ansiedad y miedo ante una
situación desconocida y difícil. Este es un término que no tendrá mas de 150
años, y sin embargo el sentimiento de angustia ha acompañado al hombre por toda
su historia. ¿O no?
¿Como es entonces que el gladiador romano
describía su estado de ánimo antes de entrar al Coliseo? Quizá como miedo,
desesperación, preocupación, pero sea como sea no sentía angustia, porque el
termino esta fuera de su alcance temporal, y por lo tanto no tenia las
herramientas para reconocer aquel sentimiento como angustia. Su visión del
mundo se ve limitada por los mismos limites de su vocabulario.
Sin embargo aquí nos encontramos con una
ligera incongruencia: la palabra angustia no existía previo a Freud, por lo
tanto este sentimiento no existe. Si la angustia no existía, ¿Como es que Freud
fue capaz de detectarlo, diferenciarlo de otros sentimientos parecidos y
dotarlo con su propio nombre?
La única solución que le encuentro a este
dilema es regresando al ejemplo del árbol. Digamos que estamos en un bosque
donde todos los arboles son tan parecidos que a todos los nombramos a todos por
igual. Sin embargo después de observar un rato descubrimos que dentro de este
mismos bosque hay algunos de estos con hojas grandes, o troncos delgados, con
frutos o flores. Descubrimos variaciones de árboles, y así de rápido, ya no
existen solo arboles, sino que hay robles, pinos, sauces, etc.
Lo mismo le sucede a Freud. Se da cuenta
que este sentimiento que llamamos miedo no es tan simple como
parece y con algo de observación cuidadosa podemos distinguir otros
sentimientos, que aunque muy parecidos, no son iguales. Así es como Freud
“descubre” la angustia.
Aquí es donde pasa algo muy interesante.
Según como yo lo veo, la angustia nunca
ha existido en la mente del hombre hasta que Freud nota la diferencia y le da
un nombre. Una vez que se nombra, la angustia comienza a existir, pero al mismo
tiempo la angustia ha existido desde siempre.¿Cómo se resolvería esta contradicción?
Como ejemplo, una vez que Freud descubre
la angustia, el puede decir que aquello que sintió la semana pasada no era
tristeza, sino que era, en efecto, angustia. Esto es admitir la existencia de
la angustia previo a la creación del termino, pero, esta retrospección solo se
puede lograr hasta después de la creación del termino.
De nuevo, lo mismo sucede con el árbol.
Al descubrir y nombrar al pino, se le da existencia al pino pero desde los orígenes de este, es decir, se admite que el pino siempre
ha existido, pero sin embargo no
comienza a existir hasta que se nombra.
Una sincera disculpa si me la volé con la
explicación anterior, pero es la única solución que encuentro a la paradoja que
plantea Wittgenstein en el ámbito de crear nuevas palabras, un acto que empuja
el limite del lenguaje, y por lo tanto del pensamiento. Excelente
Al principio mencione que esta frase en
particular tiene mucho que dejar, y en lo personal lo que quiero tomar de esta filosofada es el
inesperado poder que tienen las palabras.
Ludwig Wittgenstein pasó muchos años de
su vida definiendo el uso (y el mal uso) del lenguaje hasta llegar a la
impresionante conclusión que el mismo lenguaje limita nuestra visión del mundo.
Un nombre le puede dar existencia a algo desconocido y abrirle los ojos al mundo
a un concepto, que aunque no lo sabíamos, siempre había estado ahí. Así de
poderoso es un nombre, así de trascendente es una palabra, al punto que pueden empujar
un poco mas allá el limite de nuestra realidad y abrirnos los ojos a un mundo
nuevo.
Bibliografía:
- http://www.iep.utm.edu/wittgens/#H2
- http://definiciona.com/arbol/#etimologia
- http://plato.stanford.edu/entries/wittgenstein/
- https://philosophyforchange.wordpress.com/2014/03/11/meaning-is-use-wittgenstein-on-the-limits-of-language/
Pedro me encanto tu ensayo, en unas palabras me diste mucho de que relexionar sobre un tema que no se toca mucho, como tu bien dijiste, la trascendencia de las palabras y lo importante que son sin que nos demos cuenta. Se me hace muy cierta la paradoja que planteas sobre como puede existir algo en el pasado hasta que se le da un nombre concreto.
ResponderEliminarMuy buen trabajo y da mucho de que pensar.
Pedro, gracias a tu ensayo, por primera vez me planteo la existencia de un árbol a partir de su propio nombre y me pone a pensar sobre el limite de ciertos niveles de existencia. Por ejemplo para muchos no existe un unicornio, pero por su nombre existe. Aunque no sea en un plano absolutamente físico. La paradoja aquí ejemplificada es muy interesante y tiene mucho con lo que se puede debatir. Después de leer esto creo que estoy de acuerdo en que nuestro lenguaje limita la existencia de lo que conocemos.
ResponderEliminarPedro, excelente ensayo. Wittgenstein es un camino interesante. Si los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo, ¿qué tan limitados estaríamos al no conocer fuera de nuestro propio marco de referencia? ¿mucho, poco? Muy bien. Te recomiendo leer el Tractatus; será entretenido.
ResponderEliminarCuida la ortografía. Bien por las fuentes.
Calif. 9.5