La Escuela de atenas

La Escuela de atenas
Escuela de Atenas por Rafael

domingo, 22 de noviembre de 2015

El Poder de la Palabra


“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.”
-Ludwig Wittgenstein

Desde la primera vez que escuché esta frase, decidí que se merecía por lo menos unos minutos para reflexionarla mas a fondo. No porque en ella podría estar la solución al mayor problema filosófico (según creía el mismo Wittgenstein), ni porque me parezca la clave de muchas verdades del mundo, sino porque me parece una idea digna de ser pensada y analizada mas a fondo; una idea que tiene mucho que dejar.

Esta frase la podemos encontrar en el Tractatus Logico-philosophicus en cursivas, la primera y la más importante de las obras de Ludwig Wittgenstein. Este filósofo austriaco nacido en 1889 dedicó su vida a la filosofía, en particular a la lógica, y a la filosofía de la mente y el lenguaje. En 1921 publicó su primera y ultima obra en su vida, (sus otros trabajos se publicaron después de su muerte) El Tractatus Logico-philosophicus, donde busca principalmente explicar las fallas del lenguaje y la comunicación, y las muchas maneras que puede se puede interpretar una idea. Aquí es donde habla de cómo funciona el lenguaje en conjunto con la mente.
El pensamiento, según Wittgenstein, es la imagen lógica de los hechos.
Al decir “El árbol esta en la montaña” nuestra mente crea una imagen de la montaña que contiene a este dicho árbol.
Aquí es donde se pone interesante. Wittgenstein dice que el lenguaje tiene una estructura lógica. Esta misma estructura pone los límites de lo que se puede decir (y que haga sentido por supuesto). Ej. Hay un número limitado de palabras, ya sean verbos, adjetivos, sustantivos, etc. Así como hay reglas limitando la interacción y el uso de estas palabras.

Así que: si el pensamiento es una representación en imágenes pintadas por el lenguaje, y hay limites de lo que podemos decir, lógicamente tiene que haber limites a lo que podemos pensar. Limites impuestos por el mismo lenguaje.

Este pensamiento lo encuentro tan lleno de verdad y al mismo tiempo tan vacío de sentido.
Si lo tomamos de manera práctica un árbol existe, lo llamemos árbol o no. Pero como sabemos, a la filosofía no se le dan las respuestas prácticas.
Así es como yo lo veo. Cuando el hombre como especie estaba tropezando sus primeros pasos y balbuceando sus primeras palabras, los árboles existían. Sin embargo esos objetos altos con ramas y hojas no eran árboles. Lo que quiero decir es que no eran, la acción de ser un árbol aún no se les atribuía porque el término árbol no existía. De hecho la primera vez que estos objetos fueron, fue bajo el nombre de urvara, palabra del sanscrito para árbol.
Ahora un ejemplo mas tangible. La palabra angustia; usada para expresar ese sentimiento del domingo por la tarde cuando te das cuenta que los maestros te dejaron demasiada tarea para el lunes, y para el martes, y miércoles, inclusive para el mismo domingo (sin decir nombres :) ), es una palabra relativamente nueva. La palabra  viene del alemán angst, un termino creado por el mismísimo Freud ¿bibliografía?para describir un estado de ansiedad y miedo ante una situación desconocida y difícil. Este es un término que no tendrá mas de 150 años, y sin embargo el sentimiento de angustia ha acompañado al hombre por toda su historia. ¿O no?
¿Como es entonces que el gladiador romano describía su estado de ánimo antes de entrar al Coliseo? Quizá como miedo, desesperación, preocupación, pero sea como sea no sentía angustia, porque el termino esta fuera de su alcance temporal, y por lo tanto no tenia las herramientas para reconocer aquel sentimiento como angustia. Su visión del mundo se ve limitada por los mismos limites de su vocabulario.
Sin embargo aquí nos encontramos con una ligera incongruencia: la palabra angustia no existía previo a Freud, por lo tanto este sentimiento no existe. Si la angustia no existía, ¿Como es que Freud fue capaz de detectarlo, diferenciarlo de otros sentimientos parecidos y dotarlo con su propio nombre?

La única solución que le encuentro a este dilema es regresando al ejemplo del árbol. Digamos que estamos en un bosque donde todos los arboles son tan parecidos que a todos los nombramos a todos por igual. Sin embargo después de observar un rato descubrimos que dentro de este mismos bosque hay algunos de estos con hojas grandes, o troncos delgados, con frutos o flores. Descubrimos variaciones de árboles, y así de rápido, ya no existen solo arboles, sino que hay robles, pinos, sauces, etc.
Lo mismo le sucede a Freud. Se da cuenta que este sentimiento que llamamos miedo no es tan simple como parece y con algo de observación cuidadosa podemos distinguir otros sentimientos, que aunque muy parecidos, no son iguales. Así es como Freud “descubre” la angustia.

Aquí es donde pasa algo muy interesante. Según como yo lo veo, la angustia  nunca ha existido en la mente del hombre hasta que Freud nota la diferencia y le da un nombre. Una vez que se nombra, la angustia comienza a existir, pero al mismo tiempo la angustia ha existido desde siempre.¿Cómo se resolvería esta contradicción?
Como ejemplo, una vez que Freud descubre la angustia, el puede decir que aquello que sintió la semana pasada no era tristeza, sino que era, en efecto, angustia. Esto es admitir la existencia de la angustia previo a la creación del termino, pero, esta retrospección solo se puede lograr hasta después de la creación del termino.
De nuevo, lo mismo sucede con el árbol. Al descubrir y nombrar al pino, se le da existencia al pino pero desde los orígenes de este, es decir, se admite que el pino siempre ha existido, pero sin embargo no comienza a existir hasta que se nombra.

Una sincera disculpa si me la volé con la explicación anterior, pero es la única solución que encuentro a la paradoja que plantea Wittgenstein en el ámbito de crear nuevas palabras, un acto que empuja el limite del lenguaje, y por lo tanto del pensamiento. Excelente

Al principio mencione que esta frase en particular tiene mucho que dejar, y en lo personal lo que quiero tomar de esta filosofada es el inesperado poder que tienen las palabras.

Ludwig Wittgenstein pasó muchos años de su vida definiendo el uso (y el mal uso) del lenguaje hasta llegar a la impresionante conclusión que el mismo lenguaje limita nuestra visión del mundo. Un nombre le puede dar existencia a algo desconocido y abrirle los ojos al mundo a un concepto, que aunque no lo sabíamos, siempre había estado ahí. Así de poderoso es un nombre, así de trascendente es una palabra, al punto que pueden empujar un poco mas allá el limite de nuestra realidad y abrirnos los ojos a un mundo nuevo.

Bibliografía:
  • http://www.iep.utm.edu/wittgens/#H2
  • http://definiciona.com/arbol/#etimologia
  • http://plato.stanford.edu/entries/wittgenstein/
  • https://philosophyforchange.wordpress.com/2014/03/11/meaning-is-use-wittgenstein-on-the-limits-of-language/






3 comentarios:

  1. Pedro me encanto tu ensayo, en unas palabras me diste mucho de que relexionar sobre un tema que no se toca mucho, como tu bien dijiste, la trascendencia de las palabras y lo importante que son sin que nos demos cuenta. Se me hace muy cierta la paradoja que planteas sobre como puede existir algo en el pasado hasta que se le da un nombre concreto.
    Muy buen trabajo y da mucho de que pensar.

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  2. Pedro, gracias a tu ensayo, por primera vez me planteo la existencia de un árbol a partir de su propio nombre y me pone a pensar sobre el limite de ciertos niveles de existencia. Por ejemplo para muchos no existe un unicornio, pero por su nombre existe. Aunque no sea en un plano absolutamente físico. La paradoja aquí ejemplificada es muy interesante y tiene mucho con lo que se puede debatir. Después de leer esto creo que estoy de acuerdo en que nuestro lenguaje limita la existencia de lo que conocemos.

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  3. Pedro, excelente ensayo. Wittgenstein es un camino interesante. Si los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo, ¿qué tan limitados estaríamos al no conocer fuera de nuestro propio marco de referencia? ¿mucho, poco? Muy bien. Te recomiendo leer el Tractatus; será entretenido.
    Cuida la ortografía. Bien por las fuentes.

    Calif. 9.5

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