La Escuela de atenas

La Escuela de atenas
Escuela de Atenas por Rafael

domingo, 10 de noviembre de 2013

Al final, todos somos malos


Por años el hombre se ha enfocado en intentar hacer el bien; para el mundo, para su país, para su religión, para su familia, para sus seres queridos y para sí mismo. Pero ¿de qué sirve hacer el bien?, ¿quién o quiénes son los beneficiados?, ¿tú o el mundo? y más importante aún ¿qué es hacer el bien? Para muchos hacer el bien es ser bueno pero ¿qué es ser bueno?, ¿qué es ser malo? ¿quién nos juzga? y finalmente ¿nacemos buenos o malos? Para Sócrates “El hombre no es malo sino ignorante” pero ¿quién no es ignorante?
            Hacer el bien significa tomar la decisión correcta pero ¿cómo podemos saber que decisión es la correcta?, ¿cómo podemos no equivocarnos?, ¿acaso todo es cuestión de suerte?, ¿una mala decisión te puede convertir en una mala persona o un conjunto de ellas? ¿Por qué si el hombre está hecho para cometer errores es tan juzgado por ellos?  Y más cuando no se sabe sus motivos, es decir, nos enfocamos en el resultado final, en el acto, en lo que se deja ver y no en las causas, en el origen que llevo a tal acto, a tal decisión, a tal error, a lo que no se puede ver, sentir ni olfatear.  A lo que solo a partir del interés, la empatía, y la reflexión, se puede saber. Preguntándose ¿qué hay detrás de todos esto? ¿quién soy yo para juzgar? ¿quién es él? ¿cuál es su pasado? ¿por qué lo hizo?  ¿cuáles fueron sus motivos? ¿qué esta bien o mal para él? Y es que ese es el gran error del hombre, lo que para mí te convierte en una “mala persona”, el juzgar sin reflexionar, sin hacerte preguntas y olvidando e ignorando tus actos de maldad. Y es que ¿quién eres tu para juzgar al otro? ¿Un Dios libre de pecados? ¿Un ser incapaz de equivocarse? ¿Una persona que siempre ha hecho el bien? Si la respuesta a alguna de las tres anteriores preguntas fue sí, deja de leer pero si tu repuesta fue no, entonces eres humano, eres realista, eres valiente pero también eres malo: porque mentiste, porque traicionaste, porque te burlaste, porque no respetaste, por ser violento, por ser grosero, por ser imprudente, por ser egoísta, por no hacer el bien y por muchas otras razones que son muy bien conocidas por la sociedad como algo malo.
            Por eso digo que no podemos juzgar, porque nosotros también hemos sido víctima de malas decisiones, de una sociedad represiva e hipócrita, porque no somos puros sino todo lo contrario, somos un resultado de lo aprendido tras haber cometido errores. Somos quienes somos por nuestro pasado, por nuestro presente y por lo que queremos o pretendemos ser en un futuro. Tomando decisiones, cometiendo errores, intentando hacer lo mejor, lo bueno, lo que es correcto.
Aunque si me estoy quejando de quienes juzga probablemente me estoy juzgando a mi misma. Porque no conozco el pasado o historia de aquella persona que juzgan, solo la estoy juzgando por hacer lo que yo estoy haciendo, juzgar. Imponer una opinión sin saber las causas, establecer un régimen de que está “bien o mal” y olvidando que yo también he juzgado que yo he sido ignorante. Entonces ¿de qué se trata todo esto? Se trata de entender que siempre vamos a juzgar, que siempre vamos a cometer errores, malas decisiones pero nunca, nunca vamos a poder decir que está bien y que esta mal. Porque no somos iguales, porque no nacimos en el mismo lugar, porque no vivimos lo mismo, porque nunca nos enfrentamos con las mismas decisiones que el otro, siempre el contexto va a ser diferente, porque la vida se vive cuando la sentimos y no todos sentimos lo mismo. No todos vivimos el dolor del otro, la desesperación, la impotencia, el sacrificio, el miedo que el otro tiene. Y no todos juzgamos igual porque no todos coincidimos con lo que es “hacer el bien”. Por eso al final todos terminamos por “hacer el mal”.

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