Cuando llenamos
en clase el cuadro sinóptico de filósofos, no pude evitar pensar que de alguna
forma u otra, existe una abundancia de ideas filosóficas. Es decir, a través de
los siglos han existido miles de personas que han aportado nuevos pensamientos,
nuevas ideas, nuevas formas de percibirnos a nosotros mismos y a los que nos
rodean. Es simplemente imposible clasificar o contar cuántas obras filosóficas
y por cuántos autores han existido en la historia de la humanidad. Diferentes
criterios te darán como resultado diferentes cantidades; e incluso si
lográsemos definir bien cuáles son estos criterios aun así sería extremadamente
difícil encontrar y contar a todos los autores que la cumplen. Si algo es
seguro es que definitivamente yo no voy a poder obtener este número aquí
sentado frente a mi computadora un domingo en la tarde.
Incluso sin
poder obtener este número, si hay algo de lo que puedo estar prácticamente
seguro, es de que la lista de filósofos que vimos en clase, sin importar los
criterios que utilices, son un porcentaje extremadamente pequeño. Es a esta
cantidad casi innumerable de pensamientos es a la que me refiero con una
abundancia filosófica. Habiendo establecido esto, la razón por la que elegí este
tema no es simplemente para decir que existen muchos filósofos, eso es hasta
cierto punto obvio. La verdadera razón por la que escogí este tema es porque
esta abundancia filosófica lleva a la pregunta de: ¿Si todo esto ya fue
escrito; qué más queda por aportar?
A lo que me
refiero con esto no es a que hayamos llegado a un tope o límite de posibles
ideas y pensamientos filosóficos ni mucho menos. Más bien, lo que quiero decir
es que el mundo parece mucho más explorado, mucho más conocido. Por ejemplo,
como vimos en clase, los filósofos de la naturaleza utilizaban la filosofía con
el objetivo de entender el origen y el funcionamiento del mundo y las cosas que
los rodeaban. Las posibilidades para darle un origen al mundo basándose
únicamente en las cosas que nos rodean parece casi ilimitadas. En la actualidad,
esas grandes interrogantes que inquietaban al hombre se sienten resultas en
gran medida, reduciendo considerablemente esa infinidad de posibilidades.
Es probable que
éste sea un ejemplo un poco radical, no de gratis han pasado más de dos
milenios desde estos filósofos vivieron. Sin embargo, aunque tal vez no de
manera tan pronunciada, una sensación similar viene a mi cuando pienso sobre
los filósofos del siglo XX y el contexto en el que vivieron y escribieron sus
obras. Así como con los filósofos de la naturaleza parece que el campo era
demasiado amplio, pensando sobre los filósofos contemporáneos me es imposible
no tener una sensación de que el campo se ha vuelto demasiado pequeño,
estudiando aspectos cada vez más complejos sobre el ser humano. Esto en lo
absoluto quiere decir que esté necesariamente mal, simplemente es algo que me
causa inquietud, una inquietud que reitero no quiere decir que sea algo
negativo.
Al final, creo
que la única cura para esta sensación es esperar. Mientras el mundo continúe
cambiando, nuevos contextos y nuevos retos aparecerán, nuevos fenómenos y
pensamientos para tratar entender desde la filosofía. Puede que pensar en este
momentos sobre los nuevos cursos que tomará la filosofía sea tan difícil como
pensar en un nuevo color, pero estoy seguro que poco a poco nos irá haciendo
sentido y nuevas ideas se añadirán a la abundancia de filosofía.
Mariano Cepeda Betancourt
Esperar, como dices, e ir a los filósofos que ya han aportado algo sobre temas que nos interesan. Qué interesante reflexión Mariano. Muy bien. Calif. 10
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