Una
lectura nos fue impuesta en clase (palabras de Josefa Gómez Morín), en dónde se
explicaba repetidamente que la necesidad convulsiva ¿o compulsiva? de verlo todo claro, de
conocerlo y saberlo todo son perfectos rasgos característicos de la neurosis.
Me sorprendió que un tema con tanta polémica como éste no fuera transformado en
una discusión interminable e interrumpida por el timbre que nos libera y nos
permite salir a recreo, es por eso que decidí intentar desarrollarlo y
explicarlo un poco más.
La
palabra filosofía significa “amor por el conocimiento” y es la disciplina que
estudia todas las cosas a través de la luz de la razón (racionalidad) desde el
principio de su existencia hasta el final de la misma. Sin embargo, la filosofía no busca respuestas
y conclusiones para todo lo que conocemos, sino que busca y formula preguntas
para todo aquello que no conocemos.
Desde el principio de su existencia,
el hombre ha tenido la necesidad de descubrir, conocer, clasificar y controlar
absolutamente todo lo que cohabita con él. Una necesidad un tanto primitiva,
pues es lo que ha hecho que el hombre logre cambiar y evolucionar (él mismo y el
mundo en el que vive).
Los antiguos pueblos primitivos acostumbraban
a clasificar todo, y cualquier cosa, persona o acontecimiento que no se dejara
introducir en el sistema era clasificado como un peligro para el resto. Pero a
esto me refiero, aunque no entre en el sistema, de todas formas es clasificado.
Me cuesta entender por qué el ser humano, con tanta sed de progresar, cambiar y
evolucionar, no puede dejar atrás ese anticuado y primitivo hábito de
clasificar y sistematizar todo. Tal vez el hombre pueda saciarse en el momento
en que deje de clasificar todo y deje vagar las casualidades en vez de
convertirlas en causalidades.
Pero el hombre primitivo y actual no
sólo sabe clasificar, sino que también insiste en conocer la razón de todo y
entenderlo todo. Tendemos a creer que todo debe ser claro y concluso. No podemos
simplemente atender sin tener que entender. La búsqueda obsesiva de un sentido
y una razón para todo acaba en la paranoia, si no es que en la neurosis.
Hemos llegado a tal grado de la
necesidad de explicar y conocer, que hasta hemos inventado la religión para
poder exteriorizar nuestra espiritualidad (una calamidad y una barbaridad
querer explicar algo tan abstracto y subjetivo como la espiritualidad), pero ese es
otro asunto del cual puedo escribir en otro ensayo.
Sin embargo, esta necesidad de
interpretar, clasificar y entenderlo todo no satisface el hambre de
conocimiento como a nuestra ansiedad. No es tanto un producto de interés y
curiosidad por el mundo, sino el miedo y la incertidumbre que éste mismo provoca.
La filosofía reconoce que no vemos
las cosas claras y en vez de buscar una explicación, hace preguntas que van más
allá de la cuenta y sabe que no tienen respuesta, así que nos conduce a nuevas cuestiones.
A menudo creemos que los problemas se encuentran dónde podemos solucionarlos o
controlarlos y la filosofía nos enseña que casi siempre los problemas están donde
no se dejan ver ni controlar o solucionar.
La
filosofía nos permite ligar lo que sabemos con lo que sentimos y lo que
pensamos con lo que hacemos. No nos deja confiar en las explicaciones y
respuestas que satisfacen lo que queremos conocer. Nos obliga a ver más allá, a
arriesgarnos a buscar en lo que no conocemos, en lo imprescindible y en lo que
no podemos controlar o clasificar. En otras palabras, desde mi perspectiva, es
lo que nos mantiene en un juicio mental saludable y evita que caigamos en esa paranoia
o neurosis generada por la necesidad de querer conocer y controlar
absolutamente todo. O tal vez sea al revés, el querer ir más allá y el querer
explorar y buscar en lo desconocido es lo que nos vuelve locos. Pero es algo
que el ser humano no logrará comprender.
Ana Mantecón
Bibliografía:
Rubert
de Ventós, Xavier. “Por qué filosofía”. (2004). Barcelona, Editorial Sexto
Piso. pp 11-19.
Ole Mant!!!
ResponderEliminarBuen ensayo Ana, interesante reflexión.
ResponderEliminarCalif.10