¿Necesidad o Necedad?
Susana Espinosa
Cuando ocurre una discusión, pocas
veces se opta por ceder o realmente escuchar al otro pues cada individuo suele
creer firmemente que tiene la razón y que lo que afirma y piensa es la verdad,
esto no sólo transforma la conversación en un monólogo, sino que también ciega
y limita a ambos participantes hasta volverlos torpes y necios. La actitud arrogante de creer
saberlo todo y de desechar lo que no es del interés propio no es resultado de
la “necesidad” del hombre de conocerlo todo, sino de la “necedad” de creer
conocerlo todo. De dicha necedad, la de tener una explicación para cada cosa y
situación, surge la idea de que todo sucede por una razón en especial; nada es
una coincidencia sino obra del destino o de alguna fuerza superior, y esto lo
aprovecha la religión para darle a los creyentes una respuesta a sus
cuestionamientos e incluso escusas que justifiquen la falta de sus acciones. Lo
mismo ocurre con otras creencias, como el seguimiento de los astros, que se
convierten en sustitutos de la responsabilidad individual; de modo que una
persona para tomar una decisión, más que confiar en su propio juicio, se cobija
en lo que indica un libro, en lo que sugiere una taza de café o en la posición
de los planetas. Es más sencillo responder a un mundo preestablecido, aunque
sea incomprensible, que a uno que requiere constantes adecuaciones. Dios, las
estrellas o las fuerzas naturales son conceptos tan grandes que bien pueden
absorber la responsabilidad, preocupación y acción del hombre. Nada se puede
contra la voluntad divina y entenderlo da paz, diría quien vive bajo este orden
de ideas, satisfecho con no tener que cuestionarse. El buscar explicaciones
distintas a las respuestas dadas y el poner en duda lo ya establecido, que para
algunos les resulta claro y correcto, puede parecer una acto en contra de lo
“normal”, algo mal visto por la sociedad
pues lo diferente suele ser un peligro o amenaza para el sistema. Esto se
aplica desde hechos sencillos hasta aspectos relevantes, ya que si alguien no viste
como los demás, está mal; si no va a misa todos los domingos, se busca el infierno
sin importar el resto de sus acciones; si una joven no es talla cero entonces
nadie se va a fijar en ella porque las revistas son el modelo a seguir; y si se
piensa que no todo tiene una respuesta o una definición concreta y que es importante observar más allá de lo que un
diccionario o una enciclopedia dicta, entonces no sólo se es “raro”, sino que
también se es un ser revolucionario e inadaptado que busca ir en contra de la
corriente, en contra de lo aceptado.
Claramente es
importante creer en algo y tener fe, especialmente en el hombre mismo, pero es
también necesario mantener la propia independencia de pensamiento al abrir la
mente a nuevas posibilidades, a más de una respuesta, a más de una idea, Hay
que transformar el monólogo en una verdadera discusión, donde ambas partes son
escuchadas y tomadas en cuenta, donde, más importante aún, ambas partes pueden
aprender y crecer en este mundo de continuas interrogantes que la mayoría niega
o pasa por alto.
Imaginemos que en una sala se encuentran cinco personas y cada uno cree tener la razón. Todo sería un caos y con dificultad se tomarían en cuenta después de unos minutos. ¿Ahora qué pasa con millones de personas? Qué interesante tratamiento de un problema de tan grandes dimensiones Susi.
ResponderEliminarPara empezar debo decir que si esto lo llevamos a la filosofía, se puede entender por qué no hay un consenso sobre lo que es. Afortunadamente para los que ya hemos superado el cientificismo, esto es algo positivo pues nos permite estar en constante apertura, como tú lo dices.
Lo mismo sucede con el mundo aunque el resultado no es tan bueno como en el caso de la filosofía. El mundo ha decidido continuar en esa necedad, como lo llamas, y se mantiene en una disposición poco apta para la convivencia. Es difícil escuchar, saber que el otro también es un Otro.
Excelente, gran argumentación y claridad.
Calif.: 10